lunes, 19 de septiembre de 2005

Me he de comer esa tuna....


La noche del grito estuve con mis amigos en la plaza de la delegación Tlalpan, dando y recibiendo arrimones y pisotones como lo habíamos pronosticado. Un poco de música de Oscar Chávez para amenizar la noche, aunque no tanta comida como en otros años. No pasó de unos elotes y pambazos que ni siquiera probé, pero el agua de jamaica me fue aclarando la garganta para el momento estelar de la noche, el viva Hidalgo...viva México. Por supuesto que el mejor ensayo de cuerdas vocales fue cuando recibimos al delegado sustituto, a la voz de corrupto! corrupto! Una vez que nuestra mexicanidad llegó a tope, los mariachis se arrancaron con su mejor repertorio dedicado a la patria, los juegos pirotécnicos reventaban por encima de nuestras cabezas, y los árboles se encargaban de que no pudieramos contemplar más allá del resplandor. Nos batimos en serpentina, confeti y espuma, pequeña guerra de 8 personas, donde nadie salió ileso y solo nos faltaron las velitas para parecer pastel de quinceañera. Después un par de fiestas, una en casa, donde el mezcal amenazó seriamente con dejar tirados a todos. La segunda, de gorrones (como buenos mexicanos) con baile y tequila. Al tequila ya estoy acostumbrado, pero hace mucho que no bailaba tanto (y eso que no fueron más de 10 canciones). Me la pase tan bien ese día que solo me queda hacer una pregunta: ¿qué sigue en el calendario de festejos?

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