lunes, 9 de octubre de 2006

Paratifoidea

No paso de dolores abdominales y lumbares incesantes, febrículas pasajeras pero constantes, constipación combinada con lo contrario (bastante friky) y la maldita náusea que me torturó casi todo el tiempo, aunque por fortuna, sin tener que recurrir a las llamadas de larga distancia por el gran teléfono blanco, léase canto oaxaqueño, karatazos bruceleecescos, etc. Eso sin mencionar que me sentí como Sansón sin greñas, totalmente desganado y débil. Aún así el saldo fue de 10 días recluído en mi propio hogar que en algunos momentos de desesperación se convirtió en una verdadera prisión (y sin visitas conyugales, jeje). Hubo un momento en que la inactividad y el fastidio llegaron a tal grado que pensé que había perdido todos esos días vanamente, que había resultado un total desperdicio enfermar y que lo único que significaba era horas de vida botadas sin oficio ni beneficio. Pero luego lo pensé con más calma y al menos logré aprender algo de todo ello. No va por ahí, comer en la calle sigue siendo una buena idea, más bien pensaba en la fragilidad de la vida. Lo relacioné directamente con el choque de julio pasado y me dejó más claro el punto. Ya no sólo se trata de los errores con consecuencias catastróficas, ahora algo tan aleatorio como tener la panza descompuesta puede traer cambios de rumbo no planeados que mandan al diablo cualquier intento de plan maestro. A veces necesitamos hacer una pausa... No renuncio a la idea de ser demasiado calculador, aunque esto sea más un defecto que una virtud, sin embargo ahora las ecuaciones adquieren nuevas variables... yupi!!! Después de todos estos días de que la ardilla estuvo girando pensé que no había mejor manera de rematarlo que viendo por enésima vez Forrest Gump, pero eso no fue el broche de oro. Lo mejor vino cuando apague el televisor y traté de conciliar el sueño; vino a mí un momento nirvanesco, mi corazón se hizo grandísimo y hablé con Dios.... Nacho is in the house!!!