martes, 13 de febrero de 2007

Soledad incurable

Anoche, después de varios días de haberme rondado, me visitó la más triste de las soledades. Aquella que tanto he intentado ignorar, aquella que de nuevo me ha hecho tropezar. Por más que traté de refugiarme en las multitudes, entró en mí, llegó a mi habitación y me obligó a poseerla. Busqué consuelo en el regazo de mi amada, pero en todo momento el aislamiento incesante se interpuso una y otra vez. De nada ha servido huir, sé que estamos destinados a caminar de la mano, a sobrevivir juntos. Ahora ya no me ahoga, por el contrario, me convence de mis dones y mis defectos y me muestra un reflejo exacto de lo que nunca antes mire. Hay soledades que no se curan...